ey vos si vos deja de madrugar no esta bueno
Irónicamente, acabo de madrugar, con la peor de las caras
posibles, el estrés que deviene de lo que, en mi vida y en la de
muchas personas, significa madrugar me llevo particularmente a pensar porque lo
hago y que beneficios tiene esta imposición temporal sumado a la santificación
del madrugar en el refrán. Este poder divino que se le otorgo a todo lo que
rodea el termino e incluso el mismo término, llamativamente se esparció de una
manera tal, que logro asentarse en la cultura popular. Produciendo así una especie
de consuelo para toda actividad poco agradable que corresponda a ese momento.
Consecuente a este “consuelo” el ejemplo, psicológico o implícito que muchos
tenemos dentro, es ese sentimiento que reproducirse después de lograr esta
tarea ardua, ese sentimiento de realización que ese hecho produce y de esta
manera poder hacer un mejor uso del tiempo que sobra del día, casi como un
sistema de castigo y de recompensa el cual a medida que la cultura reproduce
esta clase de refranes avalando una cultura del sacrificio en términos
productivos, sobre todo laborales. Tal que así, la reproducción de una
infinidad de refranes que le otorgan poder a este aspecto del sacrificio, como
por ejemplo “a mal tiempo, buena cara” entre otros que ponen a disposición
siempre la distinción entre lo no productivo como malo o menos bueno y lo
productivo como bueno. Cuando menciono la productivo me refiero a todo lo que
uno hace sujeto a esta clase de refranes o, de manera más sencilla, sin tener
la necesidad de hacerlo. Lo cual implica en la cotidianidad no solo producir y
no hacerlo, si no aparentarlo como no aparentarlo. El status que el trabajo y
el conocimiento promueven a la sociedad, de cierta manera produce códigos tan
estrictos que nos limitan, justamente a una producción más armónica para todos.
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